Y hoy, que los bancos están llenos de enamorados y las plazas llenas de rosas y claveles, te das cuenta que la vida va de eso, de andar lento y besar deprisa.
Yo hoy quería escribir sobre el amor, sobre estar enamorado, porque es el primer San Valentín desde hace varios años que no lo paso soltero y porque hoy me he levantado queriendo dedicar el día entero a cocinar para esta noche.
Pero he tenido que trabajar y dejar mi ansia por bajar al mercado a comprar la lubina, las patatas y todo lo que me falta para hacer la mejor tarta de queso —que aunque no esté buenísima sabrá a gloria— para otro momento.
Mientras salía de casa he pensado en qué harían mis vecinas esta noche, si tendrán a quién regalarle su tiempo o si pasarían la noche solas. Si los hijos de la señora que va con bastón y que cada mañana desayuna lo mismo en el bar de la esquina vendrían a verla. Hoy se ha sentado en la terraza porque ha salido el sol y no parece que estemos en febrero. A veces pienso que tengo suerte de que en mi edificio aún queden vecinas de toda la vida y poder ser testigo de sus vidas, de lo que hacen fuera del portal e imaginarles dentro de sus casas.
En el puesto de flores de Marqués de Vadillo no cabía un alfiler y la dueña no daba a basto y aunque suene cursi, es bonito ver toda una ciudad paralizada en la que lo único que importa es celebrar eso que te aferra al otro y decir ‘te quiero’. Porque nunca se dice lo suficiente, porque ningún abrazo sobra.
Y hoy, que los bancos están llenos de enamorados y las plazas llenas de rosas y claveles, te das cuenta que la vida va de eso, de andar lento y besar deprisa. Que es todo mucho más sencillo de lo que pensamos y que de entre los fuegos artificiales del frenesí que es Madrid, al final del día solo importa esa mirada, esa caricia o ese abrazo que te recuerda que sigues vivo.
Y termino con una frase que no es mía, aunque ya me gustaría: La vida si no es congregación, si no es gente no vale la pena. Y que follar no es tan importante como enternecerse.
Agárrense al amor